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viernes, 15 de mayo de 2015

Concepto Sobre Dignidad Humana

 NOTA HISTÓRICA SOBRE EL CONCEPTO DE DIGNIDAD


Lo que se entiende por "dignidad" ha sufrido un cambio substancial desde que este valor surgió en la sociedad de la antigua Roma hasta que fue incorporado en la cultura cristiano-occidental: pasó de una conquista individual a ser inherente a la condición humana.
En la sociedad romana pre imperial la dignidad respondía a méritos en una forma de vida, ligada por una parte a la esfera política y por otra a una recta moral. En Roma la condición principal para adquirir dignidad era la acción política, la pertenencia al Senado, junto con la integridad moral. Pertenecer a la nobleza romana, tener entre los antepasados héroes troyanos, reyes, o -como César- una diosa confería más brillos a esa dignidad. El romano defendía su dignidad, luchaba por ella, la asentaba y lucía. Ésta no tenía un orden rígido: podía aumentarse, rebajarse, perderse, restituirse. La dignidad era un logro personal que, por un lado, daba derecho a un poder y, por otro, por el impulso interior a ser moralmente intachable, exigía un deber.

La dignidad obligaba y lo hacía más cuanto mayor era su grado. A esa forma de vida pertenecían la magnanimidad, disciplina, austeridad, moderación y serenidad de mente. La dignidad era elitista: no todos los ciudadanos gozaban de las condiciones para llevar esa forma de vida portadora de dignidad; además, no se concebía sin libertad: era incompatible con la condición de esclavo. Según Cicerón autor, la dignidad debe apoyarse en el dominio sobre sí mismo, el abandono de toda liviandad y del actuar impulsivo.

Para el cristiano la dignidad del hombre tiene el triple fundamento en su origen divino, en su calidad de imagen y semejanza de Dios y en su finalidad en el Creador mismo. La dignidad queda así definida, para todos los hombres por igual, en relación directa con Dios, con independencia de toda otra condición: raza, nacionalidad, sexo, edad, creencias, condición social. Esa dignidad dota al hombre de ciertos derechos inalienables y de ella nacen las tareas de protección y respeto.

La evolución de este concepto a través de la historia del pensamiento occidental lleva a la conclusión de que la dignidad humana no puede ser fruto de una conquista, pues serían muchos los que, conforme al parámetro establecido, no la alcanzarían. La dignidad es intrínseca a la persona humana en razón de lo que es específico de su naturaleza: su ser espiritual. Esta dignidad es más que moral, más que ética, más que psicológica: es constitutiva del ser humano y su naturaleza es ontológica. No se la puede dar él a sí mismo ni podemos hacerla depender de su vida moral, tampoco se la puede dar el Estado -como sucedía en Roma- o la sociedad, aunque a ellos corresponda reconocerla y vigilar que no haya violaciones.



2-DIGNIDAD DEL EMBRIÓN HUMANO


La respuesta es casi engañosamente simple: es un organismo de la especie humana. Pero para entender esta respuesta en sus implicaciones hay que clarificar los términos. ¿Organismo animal? ¿Cuándo decimos que estamos frente a un organismo? Pensemos en cualquier clase de organismo, desde un protozoo a un verme (gusano) o a un mamífero (gato).

Un organismo es una unidad discreta, una entidad biológica que se distingue claramente de su medio, del cual lo separa una capa más o menos complicada de estructuras que vienen a constituir el límite o borde del organismo. Para una ameba será la membrana celular y el vocálico, para un mamífero el revestimiento de piel y de mucosas. Todo organismo tiene un borde, y a través de este borde el organismo intercambia materia y energía con el medio. El borde que delimita la unidad discreta circunscribe un sistema termodinámico que recibe del medio materia y energía y las entrega transformadas, o sea delimita lo que se podría llamar un sistema dinámico fisicoquímico abierto y de composición muy compleja.

Todos los organismos se caracterizan por una trayectoria de desarrollo, de complicación, de auto organización, que sigue un curso perfectamente previsible. Si observo un organismo de una especie determinada en un momento dado de su vida puedo prever cuál será su estado en un instante posterior. Nos interesa destacar que este fenómeno universal en los organismos animales de auto organización ordenada y de curso predecible deriva directamente de que sus componentes químicos tienen formas y propiedades especificadas con alta precisión: poseen un "alto grado de información" y desenvuelven sus reacciones de interacción química dentro de los límites establecidos por un borde. 

Pero también, e insistiendo un poco sobre el desarrollo del huevo fecundado, él es claramente un organismo de la especie humana. El más simple de los estudios de sus cromosomas así lo acredita, y más todavía lo acredita su trayectoria normal de desarrollo que a través de distintas etapas lo lleva a la adultez y la muerte.

Además, cada embrión es un sistema dinámico en el cual se combinan de manera única por lo menos dos tipos de componentes: los que constituyen sus genes y los que forman el resto de los componentes celulares: en el caso del zigoto, el citoplasma. Por razones que se entienden bien desde el ángulo fisicoquímico, estas peculiaridades determinan trayectorias de desarrollo diferentes, aun en el caso de los gemelos unos vitelinos. Por eso, el embrión es un organismo humano único en cualquier estado de su desarrollo, distinto de todos los otros de su especie que se hallen en estado comparable de evolución.



LA DIGNIDAD DESDE LA FILOSOFÍA Y LA FE


El ser humano ha hecho un gigantesco esfuerzo intelectual a través de su historia para encontrar una definición de sí mismo capaz de dar sentido, dirección y significado a su dolor, sufrimiento y muerte. Esta ha sido una constante histórica en toda religión y en todo credo.

Muchas han sido las definiciones filosóficas del ser humano: animal racional, político, social, de trabajo, lingüista, estructural, proletario, técnico y algunas más. Lo cierto es que ni una sola ni todas juntas dan todavía razón del ser humano, todas dejan fuera un inmenso campo de valores sin definir.

Esas definiciones son "aspectuales", esto es, recurren a sólo un aspecto del ser humano. No es que el ser humano no quiera entrar en alguna de estas definiciones, es que para entrar en alguna tendría que renunciar a su estatus trascendental, tendría que dejar de ser persona.

Esta es la razón por la cual ninguna definición aspectual del ser humano puede ser punto de apoyo para la dignidad humana, porque todos estos estratos, parte constitutiva del ser humano, son distintos e incluso antitéticos entre unos seres humanos y otros.

El estado de conciencia del ser humano, nos dice el filósofo F. Rielo, no acaece con el tiempo, ni con el desarrollo o madurez biológicos, ni con el cúmulo de experiencias; antes bien, la persona humana es un ser consciente, intelectivo, volitivo y libre desde el primer momento de su concepción. Otra cosa es el ejercicio experiencial de la conciencia y de la libertad, con sus dos funciones de la inteligencia y la voluntad en su complejidad sintomática, sometidas al desarrollo y madurez en el tiempo biológico. 

El ser humano posee, no obstante, vivencia primordial de su conciencia y de todo lo que le constituye como persona desde el momento de su concepción, y esta vivencia trascendente está presente en toda experiencia vivencial y experiencial en el desarrollo integral durante su vida en este mundo .

El "yo inhabitado por el Sujeto Absoluto", nos sigue diciendo F. Rielo, contiene en sí estos factores determinantes de unidad mucho antes de las primeras experiencias fácticas que acuden a nuestro recuerdo, pues nuestro "yo genetizado" es antes que nuestra efectiva capacidad del recuerdo, de nuestra memoria, de nuestra imaginación, de nuestros sentimientos, de nuestros afectos y, cómo no, de nuestra cultura, de nuestra educación, de nuestras formas de pensar y de actuar, de nuestros conocimientos científicos.

Las funciones sintomáticas, sus contenidos de experiencias acumuladas, su objetivación en la historia y en la cultura están sometidas al proceso del conocimiento, cuya experiencia se obtiene a la par del desarrollo y madurez de sus funciones biológicas, psicológicas y sociales, en las que a su vez intervienen las circunstancias educacionales y ambientales.

El "yo" no surge con la experiencia ni con el razonamiento ni con el lenguaje ni con la cultura; al contrario, es esto lo que en el proceso viador surge de un yo que, genetizado por la presencia del Sujeto Absoluto, está capacitado para ello, dentro de un límite formal abierto al límite trascendental.

Mientras que toda relación con el otro es reveladora de mi ser persona, la relación con Dios es constitutiva. Cada uno de nosotros existe como persona porque su ser está en relación con el misterio trascendente del Ser. Si bien es verdad que cada uno se humaniza en el momento en que es acogido en una red de relaciones interhumanas, es también verdad que la acogida por parte del otro no constituye a la persona en su ser ni en su valor. El otro no me atribuye ser y valor, sino que lo reconoce, porque mi ser y mi valor están constituidos por mi relación con la alteridad undante, con el Sujeto Absoluto.




EL ABORTO Y LA DIGNIDAD DE LA PERSONA HUMANA


El respeto a la vida humana desde la concepción es un principio ético fundamental, es el respeto a la dignidad humana, la sociedad actual, frente al aborto, quiera anteponer como más relevantes: la reivindicación de unos derechos malentendidos de la mujer; problemas de salud pública, que no van a la raíz y fondo de los mismos, y que tampoco plantean soluciones acordes con el respeto a la persona humana; un concepto de persona humana redefinido por una sociedad “moderna”, pragmática y utilitarista; una concepción de calidad de vida que se lleva por delante la consideración a la dignidad del otro, aún no nacido; problemas sociales de violencia, precariedad económica, abandono de la mujer, que no se solucionan quitándole la vida a otro, y para rematar, la astucia de quienes quieren promover la despenalización del aborto, buscando las rendijas por donde los tratados internacionales se puedan interpretar y anteponer a la conciencia de las pocas naciones que, en estas circunstancias, aún respetan la vida del no nacido.

Las mismas requieren realmente un estudio a fondo, plural pero no neutral; plural, pero que acepte las posturas del respeto a la vida, porque las voces de respeto a la persona humana en la sociedad actual son interpretadas como dogmáticas y fundamentalistas; el pluralismo se agota hasta cuando tienen que oír al otro. El diálogo debe ser razonado, que involucre a todos los actores, que permita buscar otras soluciones que a conciencia comprometan a la sociedad y estén acordes con la dignidad humana, aún intangible para muchos en esas circunstancias.


De gran relevancia es el debate jurídico. Para bien o para mal, son los juristas, en parte, quienes tienen la decisión en sus manos, un estudio juicioso de la normatividad en términos de si va en contra o no con la Constitución, si es cosa juzgada o no, si al amparo del derecho internacional se deben hacer modificaciones al respecto. Pero más allá de la norma, se requiere el análisis juicioso y honesto, teniendo al frente el rostro de la persona humana, que se debe amorosamente acoger en la comunidad, con todas sus dificultades y las vicisitudes que los otros seres humanos les podamos generar.

Se requiere un debate que considere todas las posiciones, razonadas, estructuradas, sin falacias. Es crítica su responsabilidad, pero esperamos que la decisión trascienda, para que permanezca el respeto de la vida humana.

Persona y Bioética, en este número, aborda la problemática del aborto en el caso colombiano. Aspectos jurídicos, antropológicos y de salud pública son analizados por nuestros autores. Algunos de los trabajos presentados son intervenciones ciudadanas, respaldadas por una considerable franja de la población. Para una mejor ilustración se han incluido, como anexos, documentos a los que hacen referencia nuestros autores.


La eutanasia

En estos momentos en muchos lugares del mundo se enfrenta el ser humano a otra lucha: matar a los pacientes ancianos. Las víctimas son personas de edad avanzada a las cuales se les “mata por piedad”, al fin y al cabo eran seres enfermos e improductivos y un lastre para una sociedad adulta y progresista, según la estimación de los post-modernos. Ya la eutanasia, el aborto y la eugenesia (nacimiento bueno) no son cosas que suceden en países totalitarios, como en el nazismo, son manifestaciones de un mundo con seres deshumanizados con la ausencia de un sentido pleno de la vida. Esos son los valores que nos dan la modernidad y el progreso; es más importante el tener que el ser. 


DESARROLLO Y LIBERTAD

Para Ser el bienestar y la libertad de los seres humanos constituyen el fin último de la teoría económica. 

El enfoque de la libertad humana presentado por Amartelar Se contrasta con los enfoques más estrechos del desarrollo, como la identificación de desarrollo con el crecimiento del producto interno bruto, el incremento de los ingresos personales, los niveles de industrialización, el avance tecnológico, o con la modernización social. Para Sen, estos últimos son importantes, como medios para avanzar las libertades que finalmente conducirán al desarrollo. 

En algunos casos, señala el autor, la falta de estas libertades puede ser directamente relacionada con la pobreza económica, que priva a la gente de la libertad para satisfacer el hambre, lograr un nivel adecuado de nutrición, obtener las medicinas y los medios necesarios para tratar enfermedades, o la oportunidad de disfrutar agua o instalaciones sanitarias. En otros casos, la falta de libertad es expuesta por la falta de instituciones públicas o de sistemas sociales que organicen y provean educación o servicios de salud o por la falta de instituciones que supervisen el orden y la paz local. 

Para Sen la libertad es un eje central del eje del desarrollo por dos distintas razones:  La evaluación del desarrollo tiene que ser hecha en términos de sí la libertad que la gente tiene es optimizada; y el éxito del desarrollo finalmente depende de la capacidad de la gente de actuar libremente.

Para la relación entre las libertades individuales y los logros del desarrollo social va mucho más allá de su vínculo visible. Los logros positivos de la gente son en mayor medida determinados por las oportunidades económicas, las libertades políticas, los poderes sociales, y las condiciones adecuadas de buena salud, educación básica, y la motivación y el cultivo de iniciativas. Pero los sistemas institucionales para estas oportunidades también están influenciados por el ejercicio de estas libertades, por la libertad de participar en los debates públicos que determinan el progreso de estas oportunidades. 


LA LIBERTAD DE LA PERSONA

El hombre puede dirigirse hacia el bien sólo en la libertad, que Dios le ha dado como signo eminente de su imagen: Dios ha querido dejar al hombre en manos de su propia decisión (cf. Si 15,14), para que así busque espontáneamente a su Creador y, adhiriéndose libremente a éste, alcance la plena y bienaventurada perfección. La dignidad humana requiere, por tanto, que el hombre actúe según su conciencia y libre elección, es decir, movido e inducido por convicción interna personal y no bajo la presión de un ciego impulso interior o de la mera coacción externa

El hombre justamente aprecia la libertad y la busca con pasión: justamente quiere y debe, formar y guiar por su libre iniciativa su vida personal y social, asumiendo personalmente su responsabilidad.La libertad, en efecto, no sólo permite al hombre cambiar convenientemente el estado de las cosas exterior a él, sino que determina su crecimiento como persona, mediante opciones conformes al bien verdadero: 254 de este modo, el hombre se genera a sí mismo, es padre de su propio ser  y construye el orden social. 

« El hombre es ciertamente libre, desde el momento en que puede comprender y acoger los mandamientos de Dios. Y posee una libertad muy amplia, porque puede comer “de cualquier árbol del jardín”. Pero esta libertad no es ilimitada: el hombre debe detenerse ante el “árbol de la ciencia del bien y del mal”, por estar llamado a aceptar la ley moral que Dios le da. En realidad, la libertad del hombre encuentra su verdadera y plena realización en esta aceptación ».


LA IGUAL DIGNIDAD DE TODAS LAS PERSONAS
« Dios no hace acepción de personas porque todos los hombres tienen la misma dignidad de criaturas a su imagen y semejanza. La Encarnación del Hijo de Dios manifiesta la igualdad de todas las personas en cuanto a dignidad: « Ya no hay judío ni griego; ni esclavo ni libre; ni hombre ni mujer, ya que todos vosotros sois uno en Cristo Jesús » (Ga 3,28; cf. Rm 10,12; 1 Co 12,13; Col 3,11).

Sólo el reconocimiento de la dignidad humana hace posible el crecimiento común y personal de todos (cf. St 2,19). Para favorecer un crecimiento semejante es necesario, en particular, apoyar a los últimos, asegurar efectivamente condiciones de igualdad de oportunidades entre el hombre y la mujer, garantizar una igualdad objetiva entre las diversas clases sociales ante la ley.

A la igualdad en el reconocimiento de la dignidad de cada hombre y de cada pueblo, debe corresponder la conciencia de que la dignidad humana sólo podrá ser custodiada y promovida de forma comunitaria, por parte de toda la humanidad. Sólo con la acción concorde de los hombres y de los pueblos sinceramente interesados en el bien de todos los demás, se puede alcanzar una auténtica fraternidad universal; por el contrario, la permanencia de condiciones de gravísima disparidad y desigualdad empobrece a todos.


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